lunes, 2 de febrero de 2009

Riesgos de la cesárea para la salud del bebé


La intervención también conlleva una serie de riesgos para el bebé. La mortalidad perinatal en las cesáreas suele ser casi el doble que en los partos vaginales, aunque esto no se puede atribuir sólo a la cesárea: hay niños que ya estaban mal antes de la intervención y precisamente eso la motivó.

El paso por el canal del parto es algo muy saludable para todos los recién nacidos y no un capricho: conforme atraviesan el canal, los pulmones se comprimen y se libran de líquido, preparándose así para respirar por primera vez. Esta “puesta a punto” de los pulmones también ocurre en otros órganos del bebé durante el parto vaginal (cerebro, intestino…). Los niños que nacen por cesárea, en cambio, no reciben esa especie de masaje pulmonar y, por eso, con frecuencia, presentan el llamado síndrome de destress respiratorio: respiran más rápido y superficialmente, lo que hace necesario su ingreso en la UCI de neonatos para recibir oxígeno. Esto se produce con más frecuencia en las cesáreas programadas, en que no ha habido previamente contracciones de parto.
Otro problema con la cesárea es el riesgo de prematuridad yatrogénica (yatrogénica significa producida por la propia medicina), es decir, los riesgos ue conlleva nacer antes de tiempo y, sobre todo, antes de estar preparado. Esto sucede cuando las cesáreas o las inducciones se programan. A veces, hay un error en la fecha probable de parto: se hace la cesárea en la semana treinta y ocho cuando en realidad el bebé tiene treinta y seis. En otras ocasiones, no es una equivocación; simplemente, es que la gestación humana a veces dura cuarenta y dos semanas o más, y si a uno de esos niños se lo saca antes de la semana treinta y siete, será prematuro. Incluso si lo extraen después, todavía puede ser inmaduro.

También, produce síntomas de prematuridad yatrogénica hacer una cesárea sin trabajo de parto a un bebé maduro, por la ya mencionada “puesta a punto”. Pensar en el bebé debería ser el mayor motivo para evitar al máximo las cesáreas programadas: estas se suelen planificar en función de los médicos y no del bebé. Si se esperara a que se iniciara el parto y la cesárea fuera imprescindible, tal vez, tendría que hacerse a las tres de la madrugada, lo que podría resultar más incómodo para los profesionales. El bebé, sin embargo, saldría mucho mejor después de haber tenido unas cuantas contracciones de parto y de haberse preparado para nacer. Él mismo habría elegido su fecha de nacimiento y se evitaría el tener que ir a la UCI neonatal por problemas respiratorios.

Un peligro más frecuente de lo que se piensa es que el bebé sea cortado en la intervención. Se estima que esto sucede en torno al 2 por ciento de las cesáreas (o incluso más, si el bebé se encuentra de nalgas). Otro aspecto que cada vez merece más atención por parte de los investigadores es el de los microbios que entran en contacto con el bebé al nacer, y que son muy diferentes si nace vaginalmente (en este caso, son los microbios de la vagina y del periné de la madre) que si nace por cesárea (los primeros microbios serán los del aire del quirófano), y cómo esto parece influir en que los bebes nacidos por cesárea tengan más riesgo de sufrir alergias o asma.

Los investigadores en psicología perinatal han estudiado las repercusiones que tiene nacer por cesárea sobre el desarrollo psicológico del bebé. El trauma puede ser minimizado, explicando al bebé lo que sucede y permitiendo que esté con sus padres.Una vez conocidos todos los riesgos de esta intervención, cabe hacerse la pregunta: ¿Cuándo es de verdad necesario hacer una cesárea? He aquí uno de los debates más candentes de la medicina moderna. Porque si bien es verdad que las cesáreas son cada vez más seguras, también lo es que el parto vaginal hospitalario, con las prácticas rutinarias habituales, es cada vez más proclive a necesitar la cesárea. Cuanto menos se respeta la fisiología del parto –cuando se pone a las mujeres a parir acostadas, se les rompe la bolsa o se les administra oxitocina intravenosa de manera rutinaria- , más se pone en serio peligro la salud del niño y de la madre. Esta paradoja ha dado lugar a un incremento de las cesáreas, pero sobre todo de las “innecesarias”: operaciones que no eran en absoluto indispensables o que se podrían haber evitado si el parto se hubiese atendido de otra manera.

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